25/3/12

SINÚ (sanadores profanos)


 La cultura precolombina de Sinú o Zenú que existieron desde el 200 a.c. al 1500 d.c.
LOS ZENÚES
El territorio zenú estaba dividido en tres provincias: Finzenú, en el valle del Sinú y las sabanas, era centro ceremonial, funerario y de producción de manufacturas; Panzenú en el valle del San Jorge, era zona de explotación agrícola, pesquera y de elaboración de manufacturas; y Zenufana, valles del Bajo Cauca y Nechí, era sede del poder gubernamental y de centros de producción aurífera.
En la actualidad subsisten en Córdoba dos comunidades indígenas bien diferenciadas: los zenúes del resguardo de San Andres de Sotavento y los embera del Alto Sinú y Alto San Jorge.


Prácticas curativas
Son importantes, dentro de la sociedad, los personajes dedicados a la medicina tradicional, herencia de los abuelos y tradiciones indígenas:
· CURIOSOS:
 Previenen y curan “daños” y maleficios con “contras” y conjuros.
· SOPLADORES O HECHICEROS:
 Se contratan para hacerle daño a un enemigo, conquistar mujeres esquivas o dominar maridos mujeriegos.
· SOBANDEROS:
 Curan descomposturas, luxaciones, zafaduras, fracturas, golpes, hematomas y “vientos” con rezos, “secretos”, sobos, “baños”, emplastos, parches porosos y de caraña.
· CURANDEROS DE MORDEDURA DE CULEBRA:
 Antes curaban sólo con compuestos, contras, emplastos y baños hoy usan antídotos complementarios como sueros antiofídicos y antibióticos.
· HOMEÓPATAS:
Diagnostican los males mediante la “lectura de los orines”, la coloración del semblante y de los ojos. Recetan medicamentos alopáticos.
· MÉDIUM DEL DOCTOR SAN GREGORIO HERNANDEZ:
 San Simón de Ayuda, san Simoncito, san Roque, santo Domingo Vidal y otros santos; curan enfermos agónicos y desahuciados, remedian males incurables, rehabilitan a inválidos y tullidos, y practican “cirugías” invisibles.
· PARTERAS Y COMADRONAS:
 señoras de avanzada edad que atienden partos, preparan brebajes para el control natal y para provocar abortos.
Ritos fínebres
En las ceremonias funerarias, con danza y música se festejaba el renacimiento del difunto en el mundo subterráneo, mientras se construía un túmulo sobre la tumba. El difunto era enterrado con sus pertenencias. Los ajuares dependían de la posición social e incluían copas, vasijas, instrumentos musicales y adornos personales. Sobre el entierro, se plantaba un árbol. Este árbol al igual que las mujeres de arcilla que acompañaban al muerto, simbolizaban la fertilidad y la nueva vida. De sus ramas colgaban campanas y caracoles que sonaban con el viento (Museo de Oro Zenú del Banco de la República en Cartagena)
El entierro dentro de las urnas se practicó como un segundo enterramiento, realizado algún tiempo después de la muerte. En ellas se incorporaba el personaje al mundo subterráneo, para reunirse con sus parientes difuntos.

 Se conservan aún ritos fúnebres que se desarrollan en cuatro etapas: la mortuoria, el entierro, el despacho del alma o novenario y la “acompaña”.
Durante la procesión del entierro los familiares o amigos más allegados al difunto van tomando ron ñeque y chicha masato.
En la sepultura depositan el ataúd, orientando la cabeza del difunto hacia el poniente para que “pueda ver la claridad”.
Le echan tierra que pisan con pisones de madera, uno macho y dos hembras, simbolizando una danza en torno al muerto, pues la muerte es el renacer a la vida del más allá. Los funerales son demostraciones de alegría y tristeza. Mientras los pisones giran rítmicamente hacia la derecha, se entonan zafras mortuorias.
Velorio de angelito
El “despacho” del alma se realiza a los nueve días del deceso, bien entrada la media noche. Los familiares del difunto deben apagar cada uno una vela, para simbolizar que el alma del muerto deja el mundo de los vivos.
La “acompaña” son reuniones nocturnas de solidaridad durante un mes en casa de los deudos, para acompañarlos a sobrellevar la pena. Las mujeres conversan y rezan; los hombres juegan cartas y dominó y narran cuentos, leyendas y chistes; los niños se divierten con rondas y juegos infantiles. Se ofrecen comidas, ron ñeque, tinto y calentillo durante las nuevas noches de velorio.
A los niños los entierran con la cabeza hacia el naciente, con los ojos abiertos con dos pajitas y una flor en la boca.