25/3/12

LA ESTRUCTURA DEL CARACOL

El corte de un caracol visto por arriba y su estilización geométrica nos hablan de origen y desarrollo de las manifestaciones vitales a partir de un punto central hacia afuera: estas representaciones gráficas se encuentran en gran cantidad en los antiguos petroglifos, como en códices, frescos, y en bajo-relieves de muchos templos, en todo el mundo.
La estructura íntima de un caracol nos sugiere también la forma de la Vía Láctea, origen de vida cósmica, relacionada con todo principio de existencia. 
Los astros, como los ídolos, son lugares en los cuales la divinidad toma su morada, dando entonces a éstos el carácter de lugar sagrado. Así el objeto de adoración no es el astro mismo, sino la virtud divina que está en él.
En la diversidad de símbolos acuáticos, las conchas son el verdadero emblema del agua: escondidas en las profundidades del océano, en los lagos, en los ríos, imbuidas de la sagrada fuerza del abismo, llaman en mágica asociación las lluvias, la humedad, el origen de la vida y la fecundidad del mundo; siendo el agua el elemento primario del origen de la vida, estas imágenes nos hablan del mismo principio, del concepto que de "agua" llega a "generación". En la forma en espiral del caracol también podemos reconocer el símbolo del principio de la espiral de energía ascendente y creadora, de la cual es manifestación viviente y simbólica en el mundo manifestado.
En el sentido más amplio el caracol expresa el desarrollo espiritual que empieza desde un "centro", origen, o mundo interior, para extenderse hacia el cosmos en una espiral evolutiva.

El caracol se confirma como símbolo de generación de espiritualidad en unas representaciones teotihuacanas: el rey Quetzalcóatl, adornado de plumas, relacionadas a los niveles superiores, parece nacer de un caracol, que en el centro de su cuerpo, nos sugiere la idea de que la verdadera "generación", en el mundo espiritual, requiere un largo camino hacia la perfección. Igualmente, queremos subrayar el sentido de camino espiritual simbolizado por la concha: también era el símbolo distintivo de los peregrinos medievales que iban al Santuario de Santiago de Compostela. Con el mismo sentido está representada detrás de las estatuas de santos y profetas en las iglesias. También en este caso representa el concepto de "concha-cueva-oído", para recibir y escuchar el sonido primordial y eterno, el Verbo, el mensaje de la vibración cósmica divina. Esta idea está muy claramente expresada en la obra teatral Representación de un sueño del dramaturgo August  Strindberg , cuando la hija de los dioses enseña al poeta a escuchar la voz del cielo.
En la simbología esotérica, las conchas de mar indican el mercurio (el yin, principio femenino, el vacío, el pasivo) que todavía no ha recibido el azufre (el yang, principio masculino, Verbo-Germen creador, llama creadora).

Como instrumento sagrado, se lleva en muchos rituales y danzas, junto a otros instrumentos musicales, y se toca tanto en el ascenso como en el descenso del sol y hacia los cuatro puntos cardinales; su sonido, por semejanza a la vibración cósmica primordial vibra junto con ella gracias a su forma particular, pues el "Verbo" se hizo "forma", y la forma espiral del caracol es el emblema mismo de la generación, del principio y desarrollo de la vida cósmica.
Entonces, el hombre, tocando el caracol, soplando su aliento, produce una vibración en la espiral cósmica, participando así en la vibración creadora universal.