Se
corresponde con el sufrimiento, propio del mundo material, del que los seres
humanos son los únicos seres reencarnados capaces de distanciarse, mediante la
liberación, y, posteriormente, de separarse, mediante la iluminación o nirvana.
El tiempo necesario para escapar del Samsara depende de la dedicación a las
prácticas espirituales y del karma acumulado desde vidas anteriores.
Según el budismo el Samsara no tiene ni principio ni fin. Estamos atrapados en él hasta que ganemos la Iluminación. Sin embargo, algunas escuelas del budismo dicen que cuando ganemos la Iluminación entenderemos que el Samsara y el Nirvana son todo lo mismo. No obstante, al comienzo del sendero tenemos que ver el Samsara como un estado del cual necesitamos liberarnos para alcanzar el Nirvana.
Según el budismo el Samsara no tiene ni principio ni fin. Estamos atrapados en él hasta que ganemos la Iluminación. Sin embargo, algunas escuelas del budismo dicen que cuando ganemos la Iluminación entenderemos que el Samsara y el Nirvana son todo lo mismo. No obstante, al comienzo del sendero tenemos que ver el Samsara como un estado del cual necesitamos liberarnos para alcanzar el Nirvana.
Todos los seres de este mundo están sujetos a la ley del karma o acto volitivo, es decir, algo que uno hace, dice o piensa y que de hecho está bajo su control. Todos los actos de este tipo tienen consecuencias morales llamadas vipaka, que significa fruto.
El
renacimiento no es más que la transmisión del propio karma. Buda lo comparaba
con la llama que pasa de una vela a otra. Así pues, la idea de un alma
inmortal, de una personalidad continua, no es de ningún modo una parte del
concepto del renacimiento.
La
Rueda de la Vida tibetana representa el Samsara.
En
el centro, hay un gallo cazando a un cerdo que caza a su vez a una serpiente
que trata de cazar al gallo, es decir, el deseo, el odio y la ignorancia.
Alrededor de ellos hay personas ascendiendo el semicírculo blanco de la vida,
junto a otras que descienden el semicírculo negro de la muerte.
La
mayor parte de la Rueda está dedicada a la representación de seis reinos: el
reino de los dioses, el reino de los titanes, el reino de los humanos, el reino
de los animales, el reino de las almas en pena y el reino de los demonios, cada
reino presidido por su propio boddhisattva. La parte más exterior del círculo
la componen los doce pasos del origen dependiente. La Rueda al completo está
sujetada por Yama, el Señor de la Muerte.