Origen de los cuernos de
Amón
Yendo la
señora Calota de Amón, camino de la Tienda del Cerebelo a comprar
Cinta de Reil y tela coroidea para hacerse un tapetum con
numerosos pliegues de paso, tuvo que pasar, por razones de forceps
mayor, por el puente de Varolio pues era la única manera de atravesar el valle
de Silvio.
El valle
estaba oscuro. De pronto surgió detrás del peñasco la figura imponente
del Locus Ceruleos que vivía oculto en el cavernoso agujero de
Luscka huyendo del Locus Niger su encarnizado enemigo. A la vista de
aquella mujer de hermosas protuberancias, ciego de pasión, más ciego que
el agujero, se lanzó sobre ella cual vulgar aracnoides, mordiéndole los senos
laterales y los nantes. La asustada Calota clamó por su píamadre,
pero esta duramadre no acudió.
Estos
lamentos sólo sirvieron para exacerbar los ímpetus amorosos del Locus
que abalanzándose sobre ella consumó sobre su persona el inicuo atentado que
trajo como consecuencia la creación de una nueva testa coronada. Consumado el
hecho, se escondió ella tras el árbol de la vida, pero viendo Ceruleos
que escapaba su presa, extrajo de entre sus telas el espolón que
en cierta ocasión robara a Morand y lo hundió repetidas veces en sus
carnes, dejándole totalmente el cuerpo abollonado.
Poco después
llegaba Amón al lugar de la violatoria escena, atraído por las circunvoluciones
de los cuervos de alas grises y alas blancas. Ahí yacía el cuerpo
rojo de la Calota. Desesperado, Amón sentóse sobre el peñasco,
mesándose las astas que desde ese momento poseía. Cayendo luego sobre su
rodilla callosa, con la lingula medio paralizada por el dolor,
pedía a Dios que llevara a su infeliz esposa a la circunvolución límbica.
En el hipocampo,
donde yacen sus restos, siempre hay un canastillo de flores.
Epílogo
Al día
siguiente la Prensa de Herófilo comentaba de diversas maneras el suceso.
Algunos periodistas, esgrimiendo el calamus scritorius, atacaban a Calota
diciendo que era una vulgar girus rectus; otros, por el contrario,
aseguraban que había llegado pura al tálamo.
Esperamos
que se haga el septum lucidum sobre este sonado asunto.
Página aparecida en El Estudiante Libre, año 1931, núm. 113, de
autor anónimo.