ELEMENTALES, LOS ESPÍRITUS DE LA NATURALEZA SALEN A LA LUZ...
¿Quién dice que los gnomos o las hadas no existen? Ellos forman parte
de los “elementales de la naturaleza”, una corriente de vida de seres
diminutos que existen en dimensiones paralelas a la nuestra, y que
colaboraron en la creación del planeta. Están acá y ahora, trabajando
incansablemente en el fondo del mar, en el aire y bajo la tierra y los
troncos de los árboles, para crear y mantener la vida terrenal.
Por: Alejandra Bluth Solari
¿Por qué cree Ud. que a las salamandras las asociamos con el fuego?
¿Y por qué los duendes son considerados tan trabajadores que hasta se ha
acuñado la frase “trabajar como enano”?
¿Será, quizás, porque en verdad existen las salamandras y los
duendes?
¿Tiene Ud. los argumentos definitivos para negarlo? Producto de
una actitud mental estrecha, la mayoría de las personas sólo creen en
lo que sus ojos pueden ver. Niegan la existencia de cualquier cosa, ser,
lugar o realidad que escape al limitado alcance de sus sentidos; se
rechaza de plano todo lo que que no sea visible, audible, palpable.
¡Qué flojera mental! ¡Qué comodidad! Nadie con un mínimo de
conocimiento —y no estoy hablando necesariamente de un sabio avanzado en
metafísica— puede ya sostener que algo no existe porque no lo puede
ver. Muchos tampoco han visto al ángel de la guarda y sin embargo creen
en él. Lo mismo pasa con otros ángeles y seres espirituales de
dimensiones superiores a la vida humana. El mismísimo Dios, sin ir más
lejos. Por lo tanto, el “no ver” con los ojos del cuerpo no es ya un
argumento válido para negar la existencia de algo. Menos cuando se
desarrollan los ojos del alma y se alcanza con ellos la visión real,
ilimitada.
Así como existen seres superiores a nosotros, otro batallón de seres
de corrientes de vida inferiores trabajan en las sombras, invisibles,
para sostener la vida en la Tierra. Son los espíritus de la naturaleza,
fuerzas cósmicas, energías básicas creadoras muy poderosas e invisibles
al ojo humano que constituyen una verdadera fuente de poder, y viven en
dimensiones de vida paralelas, no accesibles a los sentidos físicos
humanos. Ud. no estaría ahora leyendo este artículo si no fuera por
estos seres fantásticos, que muchos relegan a las páginas de los libros
infantiles.
Su misión es trascendental: ayudaron a crear el planeta y sus cuatro
elementos (aire, agua, fuego y tierra) mucho antes que el hombre
apareciera sobre él. De allí su nombre: elementales. Se dividen en
distintos grupos que manejan cada uno de los 4 elementos, y hoy siguen
trabajando para crear y sostener la vida en la tierra.
Teofrastus Bombastus Von Hohenheim, también llamado Paracelso, uno de
los médicos más famosos en Europa en el siglo XVI, publicó en 1591 una
obra inmensa que abarcaba tratados médicos, alquímicos, filosóficos y
teológicos, incluyendo “El libro de las Ninfas, los Silfos, los Pigmeos,
las Salamandras y demás espíritus”. En este libro se inspiraron Goethe,
los hermanos Grimm y Heine para realizar sus obras, protagonizadas por
estos seres elementales de la naturaleza, a quienes comúnmente se
representa como figuras humanizadas, vestidas de manera extraña y
rodeados de mucho misterio.
La principal herramienta que poseen los elementales es el poder. De
él se alimentan, y lo utilizan para dar vida y dominar a los 4
elementos: hacen crecer las plantas y germinar la tierra, mueven las
olas del mar y encauzan las corrientes marinas y de aire, y controlan el
fuego, tanto el que viene de los rayos de las tormentas eléctricas como
del fondo de la tierra. El poder es su razón de existir, y viven en
parejas heterosexuales sólo para intercambiar poder. Uno debe darle al
otro el poder que necesita; de lo contrario, se deshace la unión y cada
uno busca otra pareja que sí pueda nutrirlo del poder necesario.
Los elementales se mueven con un tipo de vibración muy rápida y
eléctrica que les permite trasladarse de un lugar a otro a la velocidad
de la luz. Sin embargo, y aunque sus cuerpos estén formados por
manifestaciones de energía no estrictamente físicas o materiales, los
estados vibratorios intermedios entre la energía invisible y la materia
visible los hace visibles al ojo humano cuando se rebasan estas
fronteras energéticas de “arriba” a “abajo”.
Normalmente, los elementales tienen su parte más densa o “cuerpo” en
el Plano Energético, pudiendo en condiciones favorables corporizarse en
las zonas etéricas donde se mezclan la energía, sin forma perceptible
por nuestros sentidos, y la materia, cuyas características son evidentes
y fácilmente registrables por los sentidos humanos. Es por ello que los
elementales tienen como propiedad una plasticidad mucho más “veloz” que
la nuestra, siendo sus formas más inestables y dinámicas.
Cuando esas
formas se lentifican es cuando se corporizan y es más fácil verlos, bien
por factores naturales o por la voluntad de quien quiera verlos,
voluntad que ha de ser fuerte pero no agresiva, pues cualquier
inestabilidad repercute en los espíritus de la naturaleza y los ahuyenta
hacia sus “refugios” energéticos y a los juegos ópticos propios de su
extraordinario poder, para disimularse en los mismos elementos naturales
en que habitan.
ALBAÑILES CELESTIALES
Las enseñanzas esotéricas más antiguas ya reconocían a los
elementales como espíritus de la naturaleza conectados directamente con
los cuatro elementos que rigen al planeta tierra. Cuando la tierra era
sólo una masa incandescente y sin vida, los elementales ya estaban
presentes planeando la construcción y la vida futura, como albañiles a
cargo de los Espíritus Superiores y Arquitectos Cósmicos que diseñaban y
ejecutaban la obra del Creador. Sólo hacía falta que se estableciera el
orden para que finalmente empezara el proceso de evolución y vida sobre
el planeta tierra. Y fueron los elementales los encargados de armonizar
las condiciones básicas para la aparición de los distintos reinos de
vida en la tierra.
Las salamandras —elementales del fuego— cuidaban la masa de gases
radioactivos presentes en el planeta y la materia incandescente que
debía ir sedimentándose y enfriándose de a poco, para que la tierra en
formación pudiera ser habitable.
Los silfos —elementales del aire— cuidaban de la evolución de esos
gases tóxicos, para lograr el equilibrio químico y encauzar los
violentos vientos y tormentas nucleares que azotaban al planeta en
formación.
Cuando los gases se hicieron líquidos y cayeron sobre el planeta en
forma de gotas de agua, lluvias y tormentas violentas inundaron casi
toda su superficie y aparecieron las ninfas y nereidas, elementales del
agua. Su misión: quitar las materias densas y pesadas que aún había en
suspensión, y controlar el curso de las aguas..
Cuando el planeta comenzó a enfriarse y a estabilizarse, ya estaban
presentes los gnomos, duendes y hadas —elementales de la tierra— a fin
de armar los primeros esbozos de arbustos y piedras. Daban origen a todo
lo que germinaría después, con el trabajo de millones de años.